Es el terreno que pretendo, el de los principios básicos. Caminando por ahí me encontré un día con Eduardo Galeano y tome su mano: “Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
Las palabras se están enfadando. En solidaridad con los periodistas han decidido cambiar su significado, también su estado de ánimo. La crisis de la profesión lo es también de significados. Los impuestos no suben, solo cambian en su ponderación fiscal. Los del escrache son nazis y Eduardo Madina es de ETA Las palabras ahora significan lo que otros quieren signifiquen. Ideología y mentira, excelente combinación. Las palabras se revuelven en silencio, arman su revolución. Con una PALABRA es muy sencillo armar una PALABROTA. Basta con embarazarla en la mentira, estilo Bieito Rubido, el director que se cargó la portada de un periódico, el ABC, y la puso al servicio de la derecha radical, la que no merece la pena. Una portada para que se vea en las teles, en las tertulias. Carrusel de mentiras. Una portada para vomitar crear opinión pública. Portadas que borran cualquier rasgo de periodismo, no están para eso. Portadas las del ABC que simulan fichas policiales, portadas que ofenden, que insultan, que se arrastran en los estercoleros de la mentira. Se acaban los periodistas, aguanta el periodismo.
Con MARA se hace AMAR, con LETRAS se hace LASTRE, con FRASE FRESA y con IMPONDERABLE IMPERDONABLE. Lo decía Juan Luis Vives "No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras". EL ABC va más allá. Con PROTESTA hace ETA y con DENUNCIA tambiénETA, así son sus anagramas, así se reboza en sus mentiras, en sus falsedades. Eduardo Madina es de ETA, la banda que intentó asesinarle, 19 de febrero del 2002..
Nefando, escribía. "Se dice de quien ejerce el viejo oficio de prestar el ojete para lubricar un
falo ajeno. Suerte de pecado que se traduce como uso y abuso de la amapola anal,
corta churros, chiquitín o camino desviao en el caso de una woman.
Blasfemia sodomal, nefasto, asqueroso, pero exquisito, una delicia vertebral que
hace sucumbir al macho más castizo cuando el señor P. les golpea la puerta
interior de la próstata con su cabeza leporina. Sacrilegio antinatura y
aberración carnal que cometen estos animales, decían los cartas al rey escritas
por los curas coños de la conquista, masturbándose en el confesionario." (Pedro Lemebel).
Las palabras se enfadan, aclaran significados. Se juntan para decir basta, copulan para abortar mentiras, también verdades. La palabra NEFANDO busca su anagrama, se confunde y abraza un nombre, BIEITO RUBIDO. El viejo oficio de prestar el ojete para lubricar un falo ajeno. Las palabras se enfadan, la vida continúa.
Intento que mi vida no acelere, nunca. Intento vivir a 60 pulsaciones, siempre. Intento no ser igual y en ese esfuerzo pretendo, siempre que puedo, no parecer distinto.
Mi vida profesional, e intento que también la personal, va de la mano de una de las grandes frases que el genial director de cine Jonathan Demme nos regaló en la no menos genial "El silencio de los corderos".
“Principios básicos agente Starling” le decía el doctor Lecter a Jodie Foster. Y la vida es así. Los principios básicos nos mueven las emociones, nos hacen cercanos y queridos, quizás lejanos y odiados. Todo dependerá de cómo los sepamos administrar.
En la palabra, en la distancia corta, en la mano abierta, ahí se refugian las claves de nuestras vidas. Ahí todos somos iguales…y todos somos diferentes. “Se tú e intenta ser feliz pero ante todo se tú”. De Lecter a Charlie Chaplin.
Y así se forja mi vida (creo que también la tuya). Cuanto más creo saber mejor administro la sencillez. No es ninguna paradoja; administrar lo sencillo es terriblemente complejo. Los miedos y las inseguridades son ingredientes que forjan nuestra identidad, son parte del ADN del yo. ¡No hagas esto!, ¡no hagas lo otro!, ¡no molestes!, ¡no metas ruido!, ¡deja paso!, ¡no comas mucho!, ¡come más!, ¡anda más despacio!, ¡anda más deprisa!
A ver quién es el guapo que sale indemne de tanta ley. Y uno llega a los 40 (fue mi caso hace 6 años) y mira hacia atrás con el vértigo de todo lo que le queda por hacer si mira hacia delante. Esa máxima para quienes administran bien porque todos conocemos a muchas personas que a los 40 ya deciden cerrar la atalaya. Luego, ¡es normal!, se quejan porque el corazón se les llena de musgo.
Y en ese tránsito las circunstancias me llevaron a estudiar “Ciencias de la Información” (Universidad del País Vasco UPV/EHU), una de las carreras más ampulosas que conozco, etérea como el humo, más por vaga que por sutil. Cinco años de clases, que no estudios, a cambio de un título. “La información no sirve de nada si por ella no pasa la vida”.
Años después llegó Emilio Lledó (mi principal maestro). Con él una frase (la leída) puso en su sitio a los casi 30 enseñantes (ni profesores, ni maestros) que mal que bien se ganaron su sueldo en la Facultad. Encajado a Lledó ya no me interesa la información sin comunicación; ahí me empeño. Por lo menos el título me ha permitido 20 años de ejercicio profesional, siempre en la televisión pública de España (TVE). En esa práctica pretendo ser periodista. Si no llegó quizás me quede en comunicador; no es mala meta frente a quienes se conforman con ser licenciados.
Y en el otro tránsito, en el de los principios fundamentales, está la gente que ha decidido regalarme parte de su vida; Inma, Ander y Amaia. Principios básicos. Agua, tierra, aire y fuego.
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